Por Jorge Ostos | 31 de Mayo, 2013
“¿Cuándo volverá a atacar el Estrangulador?
Londres bajo un manto de terror. ¿Qué hace la policía para proteger a las
mujeres?”. Este
fue uno de tantos titulares de periódicos que circulaban en aquel tiempo en la
ciudad de Londres, Inglaterra.
Desde que
era muy chico, Alan Simpson siempre lo habían dejado solo. Su padre trabajaba
muchas horas en una fábrica de jabón en las afuera de Londres. Se suponía que
su madre se quedaba en casa para cuidarlo, pero cuando Alan llegaba de vuelta
de la escuela, siempre encontraba el departamento vacío. Su madre había salido
a alguna parte. Si Alan tenía hambre, el mismo debía hacerse su comida. La
madre de Alan era muy hermosa y joven, y Alan la adoraba. Pero anhelaba más
atención de su parte. Ella siempre prometía estar para cuando él regresara de
clases, y él ilusionado llegaba a su hogar, pero sin encontrar nunca a su
madre.
Cierto
día, cuando se suponía que debía estar en la escuela, se escondió en un
callejón cerca del departamento y aguardó. Poco tiempo después, su madre salió
del edificio, vestida con sus mejores ropas. Comenzó a caminar por la calle
como si estuviera apurada, mientras Alan la seguía. De pronto comenzó a llover
en la ciudad. Luego de un mediano trecho la madre de Alan entró a un edificio.
Alan extrañado, no podía imaginar a quién iba a visitar su madre. Se quedó de
pie, afuera, observando. En un segundo piso había una ventana. Vio un hombre de
pie junto a ella, y de pronto apareció allí su madre, quien se arrojaba a los
brazos de este hombre y lo besaba.
En ese
momento Alan Simpson -mientras las gotas de lluvia caían sobre su rostro- juzgó
que todas las mujeres eran prostitutas, que debían ser castigadas, que merecían
la muerte. Unos años después Alan era el asesino en serie más buscado en
Londres apodado “El Estrangulador”,
porque de esta forma mataba a sus víctimas cada noche que llovía en esta
ciudad.
A pesar
de que la intrigante historia de “El
Estrangulador” viene de la mente del afamado y célebre Sidney Sheldon, no
podemos negar la similitud de esta historia a nuestra realidad actual.
La
principal pregunta que la mayoría de las personas –para no decir todos- se hace
es: ¿Por qué hay tanta maldad? Y hoy, en este instante que lees esto, si no te
has hecho esta pregunta, es momento de hacerla: ¿Por qué hay tanta maldad? Y no
solo porqué, sino dónde nace la maldad en el mundo.
Durante
cientos de años, el propio ser humano ha buscado incansablemente respuestas a
preguntas de este tipo. Diversas corrientes de pensamientos han reflejado sus
teorías. Muchas corrientes filosóficas y psicológicas creen tener las
respuestas, y hasta el día de hoy, siguen manteniéndose firmes ante sus
hipótesis.
La
respuesta más significativa, pero también -en mi punto de vista- la más absurda
es: “La sociedad es lo que corrompe al
hombre.” Ok, supongamos que esta teoría es la más acertada, incluso la
correcta. Esta afirmación y respuesta, apoyaría considerablemente a aquel dicho
de que “La ocasión hace al ladrón”. Entonces, el delincuente es delincuente,
porque la sociedad lo fue llevando poco a poco a cometer sus fechorías. El
homicida es homicida, porque su entorno lo llevó día tras día a sentir esa sed
por sangre, y privar la vida a otros por un motivo tercero. El violador es
violador, porque la sociedad que lo rodea fue formando lentamente sus instintos
animales que lo llevan a cometer abusos sexuales cada vez que lo desea. El
corrupto es corrupto, porque la necesidad de obtener más dinero, lo ha llevado
a extorsionar, robar, falsificar; porque su entorno obtiene dinero de la misma
manera. Y así, llegamos al error y al punto más absurdo, el cual es manejado
por el marxismo –sin ofender a algún lector que profese o se identifique con
esta corriente- “Los ricos son malos
porque son ricos, y los pobres son buenos porque son pobres. El problema está
en la sociedad”.
Yo
personalmente opino que el problema no estuvo, ni está y mucho menos estará en
la sociedad. Ningún problema, del tipo que sea –con contadas excepciones-
ninguna guerra, ninguna tragedia, ninguna crisis; ningún problema de la
humanidad está acreditado a la sociedad, y mucho menos la maldad es causa del entorno.
La maldad proviene del corazón humano.
El ser
humano desde muy niño, ya comienza a manifestar actitudes de maldad –quizá a
una escala mínima- pero maldad al fin. Podemos notar que muchos niños ya desde
muy corta edad comienzan a esconder cosas, a guardarse objetos y no decir nada,
a tener juegos malintencionados, a empujar a otros, a golpear, a morder, a
reírse o burlarse de la tragedia –como una caída- de otros niños. La envidia es
casi el sentimiento predilecto que se aferra en el corazón de los niños. El
llorar porque a “mi hermanito” le dieron la mayor parte. Romperle un juguete a
“mi amiguito” o “mi hermanito” porque simplemente “la atención está en él y no
en mi”.
En un
punto mucho más personal, hace algunos años cuando tenía aproximadamente 9 años
de edad, recuerdo que tuve un pequeño altercado con uno de mis hermanos. No
recuerdo detalladamente el motivo de la pelea, sólo recuerdo claramente que me
encerré en mi habitación, y a los 9 años señoras y señores, a esa edad y en ese
instante de rabia infantil, comencé a maldecir a mi hermano e incluso a
desearle la muerte. Aunque en ese instante, no tenía la capacidad de medir la
gravedad de mis palabras, internamente yo sabia con claridad lo que estaba
diciendo. Toda esa rabia, todas esas maldiciones, salían de un lugar dentro de
mí llamado: corazón. Cuántos de ustedes han maldecido a otros en medio de una
rabieta. Cuántos han deseado la muerte a otros, y lo peor es que lo hacemos con
tanta facilidad. Cuántos jóvenes maldicen a sus padres porque no los dejan
salir o ir a una fiesta o simplemente porque los abandonaron. El Libro Sagrado
menciona al corazón como algo vil y engañoso. El ser humano se atreve a cometer
las peores atrocidades que pueden existir, sólo si su corazón esta dispuesto a
ello.
La
contradicción es el diario vivir de muchas personas. Hay tanta gente que
protesta en contra del maltrato; pero viven maltratando a los demás en su
propio corazón. Hay miles de personas que salen a las calles a levantar una voz
contra la guerra, pero en su corazón viven en una constante batalla bélica
contra sus vecinos, sus hermanos, sus amigos, sus padres. La diferencia entre
uno que mata físicamente y uno que mata desde su corazón, es que sencillamente
uno de ellos –quien mata físicamente- esta a un paso más adelante que el otro.
Todo aquel que ha matado, es porque anteriormente ya en su corazón lo había
hecho. Todo aquel que haya violado y ultrajado sexualmente, es porque
anteriormente es su mente y en su corazón, ésta aberración ya había sido hecha
por completo.
Alan
Simpson, según la historia, fue alguien quien pasó de ser un inocente infante a
un asesino serial. No fue el entorno, ni su madre prostituta lo que convirtió a
Alan en “El Estrangulador” de mujeres inocentes sin culpa alguna de las decisiones
de su madre; sino su corazón, en el cuál acumuló durante años todo el odio,
resentimiento y rencor. Aunque nunca atentó contra la vida de su madre, veía en
el rostro de cada víctima el rostro de su madre. Algunos dirán “una mente
enferma”, yo te digo “un corazón enfermo también”.
El
poeta romano Virgilio dijo una vez que “la
cercanía de los malvados es siempre peligrosa”. En ocasiones, he llegado a
creer que hay seres que emanan maldad de la misma manera que el vergonzoso sapo
despide un escupitajo inmundo que puede cegar o que el asno orejudo emite
rebuznos ensordecedores. Debemos mantenernos lo más lejos posible de su
cercanía y aceptarla tan sólo para decirles con valor que deben abandonar esa
forma de vida perversa que llevan y que intentan contagiar a los demás, a veces
de manera abierta y a veces con artes sutiles.
Es hora
de que dejemos de ser asesinos, violadores, ladrones, secuestradores,
terroristas. No dejemos que nuestro corazón se vuelva un gran verdugo que todo
lo que hace es aumentar y acrecentar la maldad en el mundo. La maldad no viene
del entorno, ni de la sociedad, ni de la televisión, ni es una lucha entre
ricos y pobres, la maldad no es culpa de las religiones, ni de los gobiernos;
aunque muchas cosas de estas influyen y ayudan al moldeamiento de la maldad, ésta
es realmente nacida en nuestro corazón. Hay muchos que se preguntan “¿Por qué Dios no acaba de una vez con toda
la maldad?”. Yo te respondo mí querido amigo y querida amiga, si Dios
hiciera eso, tú que lees esto y quizás yo también, seamos los primeros en morir.
No
podemos evitar que los pájaros vuelen sobre nuestras mentes, pero si podemos
evitar que hagan nidos.
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Sigue a Jorge Ostos en Twitter @jojotohead
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wooooaaaaaaaaaaaaa sin palabras bendiciones de lo alto... :))
ResponderEliminarDetesto los comentarios vacíos como el previo! #Fail
ResponderEliminarFelicidades por este excelente artículo Jorge. Me encantó la historia como ejemplo para desarrollar el tema de la maldad. Me parece que abarcaste todos los puntos a lo largo del texto y que se transmite fácilmente lo que quieres decir.
Que Dios controle la pluma con la que escribes cada palabra! Bendiciones!
Es importante tener en cuenta siempre de donde viene el origen de las cosas y poder atacar desde la raíz. Exelente articulo. Muy bueno. Dtb.
ResponderEliminarFelicidades Jorge! Excelente artículo. Utilizaste una historia interesante para llevarnos a la reflexión, tienes muy buen exordio.
ResponderEliminarCarlos, Dios no puede "bendecir su pluma" porque escribe desde un teclado. Qué Dios bendiga tus dedos en el teclado! jejeje
Andres Doreste
Jorge Felicidades!, Muy buen articulo. En la gran mayoría de los casos adoptamos conceptos muy errados acerca de el porque de las cosas?, y es muy interesante leer artículos como estos que aclaren esos conceptos a muchos, Bendiciones.
ResponderEliminarCarlos Enrique Gil
Jorge excelente articuló, nos sumergiste en una historia donde nos haces reflexionar acerca del verdadero origen de la maldad, quitando pensamientos erróneos que existe en el hombre por ese tema. Una lectura envolvente, interesante y directa. Hace llegar el mensaje al lector. Excelente, te felicito y esperare el próximo articuló.
ResponderEliminarFelicitaciones, Jorge! Dios te siga inspirando, por medio del Espíritu Santo, para escribir otros temas de reflexión! Gracioso tu comentario Andrés, acerca del teclado. :)
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